(de Roberto Arlt)
Arlt tiene sólo 25 minutos para escribir una nota para el periódico donde trabaja.
Su vecino, un aplicado músico, será su inspirador y tema principal de su nota. Arlt duda, en un primer momento, si el “hombre del trombón” es un argumento relevante para su nota, pues tan grotesco instrumento le recuerda e gentes con trabajos y vidas mundanos (“trabajos inútiles”).
En realidad el tema no es el problema, sino el poco tiempo que le queda. Él, Arlt, se había dejado estar y ahora se veía desbordado por la urgencia. Si le hubiese hecho caso a su jefe que siempre le aconseja que deje su nota adelantada; pero no, siempre encuentra algún motivo para dejarla para último momento.
Arlt, sorprendido de si mismo, se cuestiona por su desidia personal; no sólo por haber tardado tanto tiempo para hacer la nota, sino por haber pospuesto otros proyectos personales dejando pasar el tiempo (“Durante 30 años me he tirado a muerto…, y ahora estoy con un delirium tremens de frenesí atlético”).
Entre lamentos y reproches hacia si mismo, el tiempo transcurre y ya esta a punto de terminar su nota.
Sentado frente a su escritorio, con la correspondencia aún sin abrir, reflexiona sobre lo lindo del oficio de escritor; sobre todo si se tiene un jefe indulgente que lo presenta a las visitas con una voz paternal y con una particular elocuencia de: “El atorrante Roberto Arlt gran escritor”
José Carlos Arismendes Robatti
Arlt tiene sólo 25 minutos para escribir una nota para el periódico donde trabaja.
Su vecino, un aplicado músico, será su inspirador y tema principal de su nota. Arlt duda, en un primer momento, si el “hombre del trombón” es un argumento relevante para su nota, pues tan grotesco instrumento le recuerda e gentes con trabajos y vidas mundanos (“trabajos inútiles”).
En realidad el tema no es el problema, sino el poco tiempo que le queda. Él, Arlt, se había dejado estar y ahora se veía desbordado por la urgencia. Si le hubiese hecho caso a su jefe que siempre le aconseja que deje su nota adelantada; pero no, siempre encuentra algún motivo para dejarla para último momento.
Arlt, sorprendido de si mismo, se cuestiona por su desidia personal; no sólo por haber tardado tanto tiempo para hacer la nota, sino por haber pospuesto otros proyectos personales dejando pasar el tiempo (“Durante 30 años me he tirado a muerto…, y ahora estoy con un delirium tremens de frenesí atlético”).
Entre lamentos y reproches hacia si mismo, el tiempo transcurre y ya esta a punto de terminar su nota.
Sentado frente a su escritorio, con la correspondencia aún sin abrir, reflexiona sobre lo lindo del oficio de escritor; sobre todo si se tiene un jefe indulgente que lo presenta a las visitas con una voz paternal y con una particular elocuencia de: “El atorrante Roberto Arlt gran escritor”
José Carlos Arismendes Robatti
No hay comentarios:
Publicar un comentario